domingo, 16 de julio de 2017

Camilo y los trabajadores

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Tomado de Trabajadores de Cuba.
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Cuando en la noche del 19 de diciembre de 1958, el Congreso Nacional de Trabajadores Azucareros inició sus sesiones en General Carrillo, en la entonces central provincia de Las Villas y hoy perteneciente a la de Villa Clara, el comandante Camilo Cienfuegos debió sentirse inmensamente feliz. La celebración de tan importante reunión en territorio bajo su mando, era una suerte de premio a su ingente labor en apoyo a los obreros y campesinos de la zona y en la búsqueda de la unidad de estos en torno a las fuerzas revolucionarias.
Desde el arribo de la Columna Invasora No. 2 Antonio Maceo al territorio donde estableció el Frente Norte, a los campamentos establecidos en Alicante, Juan Francisco y Jobo Rosado acudían numerosos obreros y campesinos a plantear sus quejas y solicitar apoyo para enfrentar la situación.  Jamás su responsabilidad militar mermó su sensibilidad para con quienes en la lucha por la subsistencia dejaban cada día una parte de la vida. Pero su más sólido accionar en este sentido tuvo lugar en el Frente Norte de Las Villas, desde donde el 14 de noviembre de 1958 envió un mensaje solidario a los trabajadores de las rutas 35 y 48 de Artemisa, en reconocimiento a su destacada participación en la huelga del 2 de agosto de ese año, y los exhortó a continuar uniéndose, a defender sus demandas y a prestar ayuda a la revolución.
Por orden suya, a partir del 15 de noviembre se inició una ardua labor destinada a la creación de una comisión obrera; orientó cómo hacerlo, en quiénes apoyarse y quiénes debían integrarla.  Entre los objetivos a cumplir por ella se encontraban liquidar las directivas mujalistas  —elementos plegados a Eusebio Mujal Barniol, quien en 1947 sembró la división dentro del movimiento sindical de la nación, asaltó el edificio de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y asumió la dirección de esta—, celebrar asambleas generales y democráticas en las que los trabajadores eligieran a sus representantes, y la inmediata presentación a los patronos de un pliego de demandas que contaría con el irrestricto apoyo del Ejército Rebelde.
En Alicante, el 19 de noviembre, pudo Camilo comenzar a ver los frutos de aquella iniciativa al presidir la primera asamblea, la cual contó con la asistencia de más de 250 obreros de los centrales Agustín R. y Adela —años más tarde renombrados Chiquitico Fabregat y Heriberto Duquesne—, respectivamente. A ello se refirió ese día en un informe a Fidel:
“Esos hombres que hoy, subidos en una piedra como tribuna, como local sindical en el monte libre, hablaron como no lo hacían en muchos años, esos hombres con el cansancio de esos años reflejado en sus rostros, gritaron, a todo pulmón, sus sufrimientos y sus necesidades. Por resolverlas también haremos nuestro mayor esfuerzo, hoy y mañana. Cuando el guajiro con su machete a la cintura y el rebelde con el fusil en el hombro se abrazaron, la tierra que pisaban, tierra empapada de sangre, tiene que saber que esa sangre no se está derramando en vano”.
A esa reunión siguieron la de Juan Francisco, el 28, con la participación de más de 500 trabajadores agrícolas e industriales; la de Bamburanao, donde más de 300 dejaron constituida la Asociación Campesina Guillermo Moncada; la de Güeiba, con más de 800 procedentes de los centrales San Agustín y Adela, posteriormente denominados Ramón Balboa y Heriberto Duquesne, en ese orden, así como otros muchos llegados del poblado de Zulueta. En días sucesivos se realizaron encuentros de igual tipo  en Jobo Rosado y el batey del central Adela.
Tras referir el total respaldo de los trabajadores con su presencia en las asambleas y la elección de las secciones sindicales, Ramón Simanca, dirigente campesino comunista, precisó:
“(…) Todo este movimiento fue orientado por Camilo.  En aquel momento se combatió en todos los frentes. Se desarrolló una gran ofensiva por la unificación de las fuerzas de los campesinos y obreros con las fuerzas del Ejército Rebelde en el monte, que era lo que ponía en jaque a la tiranía.”
El Congreso Nacional Azucarero
Con vistas a organizar a los obreros azucareros en torno a los preparativos de una huelga, el Frente Obrero Nacional Unido (FONU) decidió convocar un congreso en las montañas del Escambray.
Asistirían trabajadores de todo el país, excepto Oriente, donde la comandancia del Segundo Frente Oriental Frank País había convocado un congreso obrero en esa provincia.  En principio el comandante Ernesto Guevara estuvo de acuerdo; pero debido a su proyectado ataque a Fomento —acceso obligado para muchos de los delegados procedentes de otras provincias— sugirió que el congreso se llevara a cabo en el territorio liberado por las fuerzas comandadas por Camilo, porque de la otra forma podrían afectarse sus planes militares.
“Camilo acogió la idea con gran entusiasmo —señaló Ursinio Rojas Santiesteban, dirigente del Partido Socialista Popular—, incluso nos informó de todo el trabajo que el Ejército Rebelde venía realizando entre los trabajadores de los centrales azucareros y las colonias cañeras de aquella región. Inmediatamente dispuso que los compañeros de la Comisión Obrera que tenían organizada allí, se pusieran de acuerdo con nosotros para los preparativos del evento.  En el sitio escogido, General Carrillo, se reunieron entre 700 y 800 delegados. Antes de iniciarse las sesiones, una manifestación de alrededor de 3 mil trabajadores recorrió las calles del poblado y concluyó con un acto en el cual Camilo les dirigió la palabra.
“Independientemente de encontrarse muy ocupado en los preparativos del ataque a Zulueta, el jefe del Frente Norte participó en el congreso e intervino varias veces en las discusiones. Estas giraron en torno a la organización de la huelga revolucionaria en todos los centrales del país, el apoyo de los trabajadores del sector a la lucha revolucionaria y las demandas fundamentales de estos: restitución de los salarios, reposición de los trabajadores desplazados, restablecimiento del diferencial azucarero y abono de las diferencias salariales dejadas de pagar, entre las más importantes”.
Camilo y los trabajadores
No debemos olvidar que, siendo casi un adolescente, Camilo se vio precisado a trabajar para contribuir en la búsqueda del sustento familiar. Por eso, en el desempeño de las más humildes labores tuvo oportunidad de comprender la verdadera esencia del sistema imperante en Cuba; de ahí su total y consciente solidaridad con los explotados.
Tras el triunfo revolucionario continuó prestando especial atención a los obreros y campesinos, por lo que representaban para la consolidación de la victoria. En Camagüey, al resumir la concentración con motivo del Día Internacional de los Trabajadores,  expresó, entre otras cuestiones:
“(…) Cada año debe ser mayor la cantidad de trabajadores que acudan a desfilar, cada año debe ser mayor la unión entre el pueblo y el Ejército, mayor la unión entre Ejército y trabajadores, porque por eso se luchó (…)”
El tema de la unidad lo abordó en múltiples ocasiones, como aspecto esencial para, mediante el trabajo creador, impulsar el desarrollo de la nación. Así se expresó el 7 de octubre en Jobo Rosado:
“(…) Tenemos que seguir adelante, tenemos que seguir codo con codo los campesinos, los obreros, los estudiantes, el Ejército Rebelde, unidos fuertemente con la mirada puesta en el futuro brillante de Cuba. Todos tenemos que estar juntos para que esta Revolución no se detenga. Todos tenemos que estar juntos para que la Revolución no sea aplastada por los poderosos intereses extranjeros ni los poderosos intereses afectados por esta Revolución”.
Ese propio día, en el central Narcisa —Obdulio Morales—, manifestó:

“(…) de este central salieron hombres, salieron trabajadores que dejando a sus familias, dejándolo todo, tomaron las armas libertadoras y se fueron al monte”.

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