Por José Antonio Calderón
Aguilar
Hacer de la
prensa un arte, un legado, una obra de incalculable valor. Reflejar y proponer,
criticar, convencer y transformar. He aquí un Martí que se crece entre los de
su tiempo para legar una obra periodística legítima, que trasciende en cuanto a
forma, estilo y contenido. Pero que más allá de todo valor otorgado, la
comprendió como vía para divulgar las ideas, las más nobles y puras, las más
agrias y reales, las revolucionarias.
Así nos llega
también un Fidel, el más asiduo bebedor de la obra martiana en cuanto a
pensamiento y acción. Nadie como él entronizó los valores del Maestro en
nuestro tiempo. Su obra principal: la conducción ejemplar de la Revolución
Cubana que amasara el Apóstol. El Comandante en Jefe también acarició el
periodismo como instrumento para la difusión y defensa de sus ideas
revolucionarias.
Ambos, se valen
del periodismo como herramienta política al servicio de una causa noble, con el
ánimo de indagar, informar, educar, repartir verdades, fundamentar conceptos,
juicios y apostar por el progreso y la justicia social.
El propio Fidel
ejerció un periodismo desde la política, pues ejercer esta profesión es «más
que pertenecer a la nómina de un periódico o escribir una crónica o un
reportaje, es un espíritu de vida, una pasión y una voluntad por expresarse,
por dar a conocer una idea, tener un sentido de la historia y de los
acontecimientos políticos de un país y de la humanidad».[1]
Juan Marrero,
destacado periodista cubano, en la Clausura del VIII Congreso de la Unión de
Periodistas de Cuba (UPEC), donde se le confirió a Fidel el Premio
Internacional de Periodismo José Martí; al destacar las similitudes entre la
actividad periodística de estos dos hombres refirió que «ambos
comprendieron al periodismo como una espada, cuya empuñadura es la razón y que
sólo deben esgrimirla los pueblos para combatir en contra de quienes les
quieren quitar la libertad».[2]
Contextos
mediáticos
José
Martí ejerció el periodismo en un momento histórico singular: cuando la
revolución industrial, ya en franco desarrollo, hizo posible que se empezasen a
dar los primeros pasos para que la prensa pasara a ser consumida no sólo por
las elites ilustradas, sino por un mayor universo de personas.
Al describir
este momento el investigador e historiador Pedro Pablo Rodríguez apuntó: «La
palabra escrita pudo ser desde entonces encauzada hacia el dominio de las leyes
del mercado. Y la inmediatez y la concisión impuestas por la periodicidad
—sobre todo al diario—, y el espacio limitado, comenzaron a imponerse como
requisitos del periodismo moderno”.[3]
Dentro de ese
escenario, Martí se forjó como periodista, asumiendo en cada momento un
compromiso con la verdad y los principios filosóficos, políticos, morales,
éticos y humanos más justos, los cuales promovió y defendió con razones y
argumentos, usando un lenguaje elegante y de vuelo, a la vez apasionado, pero
sin perder nunca el camino de la objetividad.
De los 28 tomos
que conforman las obras completas de José Martí, la mayoría está compuesta por
sus trabajos extraídos de las columnas de periódicos y revistas. Sus ideas
principales las vació, bajo la fiebre de las impresiones del momento, en
publicaciones de diversos países. Encontró en esos medios el escenario más
adecuado para reflejar la palpitación del día. Lo más importante de su obra
está vinculado a la crónica diaria.
Con el siglo xx
el periódico en Cuba tiene un desarrollo incomparablemente superior a la
anterior centuria. Irrumpen nuevas tecnologías de impresión que remplazan las
viejas maquinarías; ya no hay necesidad de esperar a que las noticias
extranjeras lleguen a las redacciones a través de correo o de mensajes
trasladados en barcos, pues el nacimiento de las agencias cablegráficas
resuelve ese problema.
El
perfeccionamiento de todos los recursos comunicológicos hizo posible un
periódico de mayor agilidad, calidad y mejor presentación. Se generalizó el uso
del teléfono, los medios de transporte se desarrollaron, lo que en cierta
medida influyó en hacer un periodismo distinto. El artículo o el comentario
cedieron espacio al reporterismo y el surgimiento de la radio, primero, y de la
televisión después, provocaron que el periodismo, en general, ganara en
dinamismo y amplitud, obligando a generar ideas novedosas que atraparan al
público.
En este
contexto, se forma el periodista Fidel Castro, quien tomó como mayor
motivación las injusticias, el robo que sufría Cuba y su pueblo, además de los
males que arreciaban a la sociedad. Su lógica fue la denuncia y el periodismo
la forma. Lo incuestionable es que, con un estilo peculiar, ameno y
descriptivo, supo apoderarse de los diferentes medios de comunicación que tuvo
a su alcance. Hablaba tan bien como escribía, impregnado de la sabia del
Maestro, a quien llevó consigo en la mayoría de sus trabajos publicados. Su
dimensión es tal, que el hecho de vivir en dos épocas diferentes en el mundo de
la comunicación, no lo tomó de imprevisto. Fidel vaticinó los fenómenos
derivados del alcance de las llamadas «nuevas tecnologías» y promulgó un mejor
empleo de las mismas, más consciente, provechoso y humano.
Martí el
periodista de la Patria
Ese hijo de La
Habana, universal de talla, patriota sin límites, ilustre periodista, se llamó
José Martí. Hombre de amplia sapiencia, paradigma de valores y excepcional
talento; quien puso la pluma y la mente a merced del mundo y legó una obra
periodística trascendental, que aún quema.
No hacía falta
carta de estilo o código de ética preestablecido, su idea era clara y síntesis
de lo que debía ser la labor periodística. Nos acercamos a un
profesional prolijo y prematuro, con un inicio temprano en la difícil
tarea de «desenterrarlo todo». Un hombre que sintetizó el pensamiento más
acabado de su siglo. Inmenso como intelectual, patriota y revolucionario.
Escritor valiente.
Martí desde la
niñez se opone a todo tipo de opresión e injusticia humana. Lo que expresaría
con fervor en su obra periodística. Plagada, además, de esa enorme ansia de
libertad que le sofocaba, de sentimiento y sensibilidad inagotables, de
sufrimiento y ánimos. Una visión inexorablemente futurista y exacta.
La libertad de
Cuba era sin dudas su principal misión. El periodismo, una
herramienta para esa lucha que devenía interpretación, consejos, farol y guía
para la causa. Necesario en la organización y dirección de la gesta
revolucionaria. Así lo asume hasta el último momento que pudo y tuvo la pluma
en mano.
Martí entregó
su cultura e ideas independentistas en las más
renombradas publicaciones de la época: La Habana, El Elegante, El
Almendares, La Revista de Cuba, de la Mayor de las Antillas; La
Juventud, El Avisador Cubano, El Avisador Hispano-Americano, El Porvenir, La
Revista Ilustrada y El Latinoamericano, de Nueva York; La
Opinión Pública, de Montevideo; La Pluma, de Bogotá; La
Nación y El Sudamericano, de Buenos Aires; La
República, de Honduras; La Revista Azul y El
Partido Liberal, de México, y La Opinión Nacional, de Caracas.
«José Martí
dejó su huella impresa en más de veinte publicaciones hispanoamericanas.
Escribió desde un tren, sobre las rodillas y en la madrugada. Martí ejerció un
periodismo de altura política y terrenal elocuencia. Periodismo del que
conmueve y convence; del que enamora y arrastra. Periodismo de desvelo y contra
cierre. Periodismo».[4]
Luego
llega Patria, que para Martí sería el instrumento por el cual
consolida la conciencia nacional, independentista y antiimperialista. Un arma
ideológica que cohesionaría a los cubanos, aunaría voluntades y allanaría el
camino hacia la nueva contienda; en la que entonces, esa arma adquiriría otras
dimensiones.
«Eso es Patria
en la prensa. Es un soldado. Para el adversario mismo será parco de respuestas,
y en vano se le querrá atraer a escaramuzas inútiles porque cada línea de los
periódicos de la libertad es indispensable para fundarlas (...) El arma es para
morir y la palabra para curar heridas».[5]
El futuro puede
ser incierto y las peripecias muchas, pero el Apóstol confiado perfila el
destino de su periódico. Confía en los hombres que le mantendrán vivo y dispone
del ánimo de verle crecer. Patria ha de ser el reflejo de su
gente, de los que claman por la libertad y de los que se quieran unir. Ha de
instruir, de educar; que por parecido su empleo no quieren decir lo mismo. Ha
de ser el pedestal de los que lo dieron todo en la gesta de 1968, para tomarles
como escuela, para seguirles con respeto.
Fue en Patria donde
Martí exhibió dotes de periodista integral. Sus biógrafos atestiguan que, amén
de redactar, buscaba noticias, proponía diseños, elegía tipografía, corregía
galeras y hasta empaquetaba bultos de periódicos para la distribución.
Cuando Martí toma la decisión de regresar a Cuba
para incorporarse al Ejército Libertador, no olvida a Patria un
instante. El 26 de febrero de 1895, dos días después del estallido de la Guerra
Necesaria, envía desde Santo Domingo, una carta a Gonzalo de Quesada y a
Benjamín J. Guerra, en la cual da orientaciones y recomendaciones sobre la
forma y el contenido de ese periódico. «Embellezcan y regularicen a Patria...
mucha noticia ahora... todo lo de Cuba... y siempre amenidad
revolucionaria...».[6]
El 10 de abril
de 1895, les recomienda: «(…) Patria ha de ser ahora un
periódico especialmente alto y hermoso. Antes, pudimos descuidarlo, o
levantarlo a braceadas; ahora no. Ha de ser continuo, sobre las mismas líneas,
afirmando con majestad lo contrario de lo que se afirma de nosotros. (…) A
lengua sinuosa nos están batiendo: cerrémosles el camino a mejor lengua, la
hermosa…».[7]
Finalmente, la
publicación desaparece el 31 de
diciembre de 1898 cumpliendo con la circular del entonces delegado del Partido
Revolucionario Cubano de disolver los organismos que en el extranjero trabajan
por la independencia de Cuba y en sus páginas quedó toda una vida de trabajos
periodísticos e ideas martianas.
Fidel en el
periodismo
Pareciera
coincidencia, pero el primer artículo publicado por Fidel se publicó un 28 de
enero de 1952, natalicio 99 del Apóstol. El periódico Alerta fue
el medio escogido. La causa, un motivo revolucionario: acusar al presidente de
la República de «traición a la patria, prostituir el espíritu de la gracia
presidencial, mistificar y rebajar las funciones de las fuerzas armadas y
fomentar el latifundio».[8]
El joven abogado,
con tan sólo veinticinco años, comprendía la importancia del uso de los medios
de difusión masiva como vehículo para decir la verdad. Como Martí, Fidel pone
la pluma y el pensamiento al servicio del ideal revolucionario. Sin embargo,
jamás lo haría como medio para ganarse la vida, sino como formidable arma
política y como vía de divulgación de sus ideas.
Fidel difundió
sus ideas revolucionaras por muchos medios, algunos clandestinos que se
publicaban luego de muchos esfuerzos y otros ya instaurados de manera oficial,
lo mismo nacionales que internacionales. Pero sin duda alguna durante toda la
guerra, el medio de comunicación que tuvo mayor trascendencia fue la
emisora Radio Rebelde, creada por Ernesto Guevara en Pata de la
Mesa, y que después pasó a la columna uno, en la Comandancia General de la
Plata. Bajo la dirección de Fidel, se convirtió en un poderoso instrumento de
la Revolución, en la divulgación de la verdad y las ideas revolucionarias.
La irrupción
de Radio Rebelde en 1958 fue un acontecimiento. El pueblo en
pleno, durante las horas de transmisión nocturna, les volvió la espalda a los
grandes espectáculos televisivos, a esa programación de entretenimiento, y a
las lloronas novelas radiofónicas para pegar su oído a la emisora.
En su primera
intervención por Radio Rebelde, el Comandante en Jefe Fidel Castro
explicó por qué era necesaria la aparición de esa emisora. Decía: «odiosa
como es la tiranía en todos sus aspectos, en ninguno resulta tan irritante y
groseramente cínica como en el control absoluto que impone a todos los medios
de divulgación de noticias impresas, radiales y televisivas».[9]
La labor de
Fidel fue imprescindible para que nacieran órganos como Prensa
Latina, Granma, Juventud Rebelde y, en fecha más reciente, el espacio
radiotelevisado Mesa Redonda y la multinacional Telesur.
«Muchos
coinciden en afirmar que Fidel es uno de los mejores periodistas de todos los
tiempos, y les sobra razón. Su verbo apasionado, su talento de estadista
brillante, su extraordinaria memoria, su precisión y audacia son sus mejores
distintivos».[10] Por
tales motivos, entre los múltiples honores y distinciones, posee los más
relevantes que se otorgan en nuestro país a los profesionales de la prensa.
El 13 de agosto
de 2007 se le confirió Premio a la Dignidad. En esa ocasión, el Presidente de
la UPEC, Tubal Páez, expresó que se le otorgaba porque «toda su vida se ha
dedicado a desarrollar en su pueblo los más altos valores de nuestra especie y
que ha dedicado su convalecencia a investigar profundamente, exponer, de manera
brillante, y alertar (en sus Reflexiones) acerca de la necesidad urgente de
sacar a la humanidad de la encrucijada mortal en que se encuentra… Es una
síntesis enaltecedora de la dignidad nacional y universal».[11]
El 5 de julio
de 2008 se le confirió el Premio Nacional Extraordinario de Periodismo José
Martí, «en consideración a su obra de casi seis décadas como periodista y
soldado de las ideas».
Continuará…
[1] Blanco,
Katiuska. «El periodista siempre presente en Fidel», Juventud Rebelde, 12 de
agosto de 2008, La Habana, Cuba, p.3.
[2] Marrero, Juan, «Informe presentado en
Congreso de la UPEC», citado por López, César, en Otorgan a
Fidel Castro Premio Nacional de Periodismo, en
http://www.ain.cu/2008/julio/05edfidel.htm.
[4] Saborit Mora, Randy. La
palabra viva del periodismo martiano. [en línea] <www.cubahora.cu>
[consulta: 16 ene, 2013]
[11]Paéz,
Tubal: Premio a la Dignidad, 2007. Disponible en:
http://www.cubaperiodistas.cu/index.php/premios.
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