jueves, 27 de julio de 2017

Martí, Fidel y el periodismo (segunda parte)


Tomado de Contexto Latinoamericano. OceanSur
Por José Antonio Calderón Aguilar.

Muchos son los autores que han analizado y emitido criterios sobre el pensamiento y los escritos de Martí y Fidel; y aunque resulta arriesgado ejercer la crítica sobre personalidades de tal connotación, casi en su totalidad los críticos coinciden en la maestría con la que estos dos grandes expusieron sus ideas.


El ensayista Juan Marinello, uno de los que concentraron parte de su estudio en el análisis de la obra martiana, expone refiriéndose a Martí que: «Parece innegable que fue el periodismo —un periodismo distinto, en que se vuelcan el gran escritor, el gran revolucionario y el gran artista—, el campo donde alcanza su más alto nivel».[1]

Por su parte, Pedro Henríquez Ureña, también escritor y ensayista expresó: «Su obra es periodismo, pero periodismo elevado a un nivel artístico como jamás se ha visto en español, ni probablemente en ningún otro idioma».

Charles Anderson Dana, director del diario The Sun, de Nueva York, al conocer que Martí, uno de sus más fieles contribuyentes, muere en el combate de Dos Ríos, lo recordó de este modo: «Su corazón era tan apasionado como lleno de fuego; sus opiniones eran ardientes y llenas de aspiraciones, y murió como hombres de su temple pudieran desear morir: batallando por la independencia y la libertad...».

En el caso de Fidel, aunque su principal profesión no fuera el periodismo, ¿Podría negarse que, con sus Reflexiones, es es uno de los periodistas más lúcidos y coherentes del siglo XXI? Sobre él Katiuska Blanco afirmó que: «El periodista está presente en todo Fidel (…) Es una mirada, una convicción, un espíritu palpitante en Fidel a partir del sentimiento genuino de que ser periodista en sus obras es útil a la causa de la Revolución, a la causa del pueblo».

El periodista Tubal Páez, al valorar el cúmulo de aportes de Fidel a la prensa dijo que: «Acercarnos al periodismo ejercido por el Comandante en Jefe es aproximarnos a la vastedad de su erudición y a las profundidades de su pensamiento».

Con una imagen provocada por sus palabras, Guillermo Cabrera Álvarez, regala su visión sobre el periodismo del líder cubano: «Fidel al pie de una rotativa, analizando títulos, escribiendo contra el cierre, discutiendo en una redacción o en una sesión de un congreso periodístico ha abrazado con pasión el periodismo para la difusión y defensa de las ideas revolucionarias».[2]

La prensa a través de la óptica de Martí y Fidel

En carta a Bartolomé Mitre y Vedia, director de La Nación, con fecha 15 de septiembre de 1882, Martí dice: «La prensa no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y hojosa imaginación. La prensa es Vinci y Angelo, creadora del nuevo templo magno e invisible, del que es el hombre  puro y trabajador el bravo sacerdote».[3]

Martí manifiesta que un periódico deber ser: «extraño a todo género de prejuicios, enamorado de todo mérito verdadero, afligido de toda tarea inútil, pagado de toda obra grandiosa. Donde todo sereno pensamiento y pensador e hidalgo tenga casa».

El 8 de julio de 1875, en Revista Universal, ofrece sus consideraciones con respecto al objeto de la prensa: «No es el oficio de la prensa periódica informar ligera y frívolamente sobre los hechos que acaecen, o censurarlos con mayor suma de afecto o de adhesión. Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar los conflictos (…) Tiene la prensa periódica altísimas misiones: es la una explicar en la paz, y en la lucha, fortalecer y aconsejar».[4]

Cuando Fidel se refiere al papel que le corresponde desempeñar a la prensa expone: «Veo la prensa como una fuerza, un instrumento formidable de la Revolución»En otra ocasión aseveró que: «En primerísima fila de esa batalla tiene que estar la prensa, una prensa de óptima calidad; una prensa con una elevada moral y una prensa consciente del papel que tiene que jugar en esta lucha».[5]

Luego diría sobre el profesional del periodismo: «¿Cómo los veo a ustedes, los periodistas? Los veo como comisarios del pueblo en esta batalla». Para él un periodista es: «un estadista, porque está defendiendo la identidad y la cultura. Tienen que ser periodistas para el mundo y por el mundo».

El 7 de junio de 1959, Fidel asiste a un almuerzo convocado por el Colegio de Periodistas, en el que los directores de los principales medios de comunicación privados se rehúsan a participar. Allí expone los primeros conceptos públicos de la Revolución sobre la libertad de prensa: «Periodismo no quiere decir empresa, sino periodismo, porque empresa quiere decir negocio y periodismo quiere decir esfuerzo intelectual, quiere decir pensamiento, y si por algún sector la libertad de prensa ha de ser apreciada es, precisamente, no por el que hace negocio con la libertad de prensa, sino para el que gracias a la libertad de prensa escribe, orienta y trabaja con el pensamiento».[6]

Una de las virtudes de Martí radica en el amplio conocimiento de los temas que de su pluma nacen. En el artículo «Sobre periodismo», publicado en Patria en 1892, define la misión del periodista de la siguiente manera: «El periodista debe estar siempre como los correos antiguos, con el caballo enjaezado, la fusta en la mano, y la espuela en el tacón. Al menor accidente, debe saltar sobre la silla, sacudir la fusta, y echar a escape el caballo para salir pronto y para que nadie llegue antes que él. (…) Deber desobedecer los apetitos del bien personal, y atender imparcialmente al bien público. Debe ser coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno, saliente. En cada artículo debe verse la mano enguantada que lo escribe, y los labios sin mancha que lo dicta. No hay cetro mejor que un buen periódico».[7]

Diferentes épocas, temas similares

A pesar de que no compartieron la misma etapa histórica, existen temas que Martí y Fidel compartieron con la similitud que hermana a los eruditos. El Comandante, asiduo lector de las obras martianas, llega a incorporar a su prosa, elementos que caracterizaron el discurso escrito del Apóstol. 

A quién no se le eriza la piel cuando lee los relatos que aparecen con magnífico estilo en El presidio político en Cuba. ¡Cuánta injusticia! Después de conocidos, es difícil que se borre de la memoria de cualquier cubano justo, la imagen del niño Lino Figueredo; como si fuera necesario cargar con esa cruz de oprobio que significó el colonialismo español.

Martí presenta en su ensayo desgarradores retratos realistas y poéticos, expresados de forma sobrecogedora. No hay nada imaginado, todo es real: ancianos como Nicolás del Castillo, brigadier mambí, y el negro Juan de Dios; niños como Lino Figueredo, Tomás y Ramón Rodríguez, de doce, once y catorce años, respectivamente. Algunos dicen que el alegato martiano es un extenso poema de dolor. Él dice varias veces: está dirigido a los españoles, como si les estuviera hablando, como si les presentara este horrible espectáculo por escenas; continuamente los invoca a ver y condenar: ¡Mirad! Canten, lean, aplaudan.

Constituye sin dudas una férrea acusación al crimen, la violencia humana, la impiedad e ignominia del régimen español. El salvajismo sale de las manos de los opresores, el desdén hacia la propia raza humana. Trasmite un inmenso dolor, sin embargo, Martí lo enfrenta con optimismo: «la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás». Transmite odio, pero a Martí —como también dijera Fidel más tarde—, lo circunda una máxima: «No puedo odiar a nadie».

Años después, tras los acontecimientos de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel es apresado junto a un grupo de compañeros. Que sobreviviese a la oleada asesina fue una bondad del destino. Otros no corrieron la misma suerte. Luego, desde la cárcel de Isla de Pinos, en su presidio político, Fidel escribiría un folleto que circuló clandestinamente, titulado Para Cuba que sufre. Él pidió que se ilustrara con una foto de José Martí y otro pensamiento del Apóstol, que dice: «Antes de cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte».

Aquel pequeño folleto, ratificaba el pensamiento martiano y en él se denunciaban los crímenes cometidos por la dictadura el 26 de julio de 1953 y en días sucesivos en la provincia de Oriente. Luego, en su alegato de defensa La historia me absolverá, Fidel hace una detalla descripción de los sucesos ocurridos en el presidio y todas las violaciones cometidas por el régimen batistiano.

Al igual que en Martí, en Fidel no hay cabida para el odio innecesario. «Dijimos al salir de las prisiones que ni a la voz del insulto ni al rumor de las cadenas habíamos aprendido a odiar. Nuestro primer abrazo fue para aun oficial pundonoroso de las fuerzas armadas. El pueblo admiró el gesto. (…) Habíamos dicho que de las prisiones, a pesar que se nos maltrató hasta lo indecible, salíamos sin perjuicios en la mente ni venenos en el alma (…)».[8]

Coincidencias

Una coincidencia más relacionada con el periodismo que une a estos dos hombres es que hasta los campos cubanos llegaron periodistas norteamericanos para entrevistar a Martí y a Fidel, en plena guerra y dar a conocer al mundo que la lucha revolucionaria era una realidad. 

Martí habla sobre su encuentro con el corresponsal del Herald:

«… de más me habló Bryson —aunque la certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien conozca de cerca el brío con que hemos levantado la revolución— (…) me contó su conversación con Martínez Camposal fin de la cual le dio a entender este que llegada la hora, España preferiría entenderse con los Estados Unidos a rendir la Isla a los cubanos».[9]

Entre las misiones que trataría de cumplir el destacado combatiente revolucionario Faustino Pérez en La Habana, estaba la de enviar un periodista a entrevistar a Fidel en la Sierra Maestra, pero los directores de las principales publicaciones no lo aceptaron, temerosos a las represalias que ello les pudiera ocasionar. No sería hasta mediados de febrero que se logró, por intermedio del también expedicionario René Rodríguez, que el afamado reportero del New York Times, Hebert Matthews, fuera mandado a buscar a La Habana por la representante de dicho diario y aceptara realizar la entrevista.

Luego de burlar los controles de los cuerpos represivos, desde La Habana hasta las inmediaciones de la Sierra Maestra, el 17 de febrero de 1957 en los terrenos de la finca El Chorro, en las inmediaciones de la Sierra Maestra, el comandante rebelde le confiere a Matthews la famosa entrevista.

Esta es la primera noticia confirmada de que Fidel Castro está todavía vivo. La entrevista devino en histórica pues dio a conocer al mundo que el líder revolucionario cubano se encontraba con vida y combatiendo al frente de un destacamento guerrillero que ya les habían infligido dos derrotas a las tropas de la tiranía.

Continuará…


[1] Lemes Batista, Ariel: Palabra y pluma ardiente: el periodismo de José Martí. Disponible en: http://www.monografias.com/trabajos23/palabra-pluma-marti/palabra-pluma-marti.shtml#ixzz4SqhXQtLW 
[2]Ibídem.
[3] Ibídem.
[4]Ibídem.
[5] Castro Ruz, Fidel. (1993). Discurso pronunciado en la clausura del V Congreso de la UPEC. Disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1993/esp/f241293e.html 
[6] Marrero González, Juan: El periodismo en Cuba: La Revolución, (s/f).  Disponible en: http://www.cubaperiodistas.cu/wp-content/uploads/cap9.pdf 
[7]   Martí Pérez, José: Obras Completas, Ed. Archivo de la Biblioteca Nacional de Cuba, La Habana, 1995.
[8]Castro Ruz, Fidel: ¡Mientes Chaviano! Revista Bohemia, 1955. Disponible en http://www.fidelcastro.cu/it/node/8309?width=600&height=600 
[9] Martí Pérez, José: Obras Completas. Carta a Manuel Mercado (1895). Ed. Archivo de la Biblioteca Nacional de Cuba. La Habana.

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