Por José Antonio Calderón Aguilar.
Muchos son los autores que han analizado y
emitido criterios sobre el pensamiento y los escritos de Martí y Fidel; y
aunque resulta arriesgado ejercer la crítica sobre personalidades de tal
connotación, casi en su totalidad los críticos coinciden en la maestría con la
que estos dos grandes expusieron sus ideas.
El ensayista Juan Marinello, uno de los
que concentraron parte de su estudio en el análisis de la obra martiana, expone
refiriéndose a Martí que: «Parece innegable que fue el periodismo —un periodismo
distinto, en que se vuelcan el gran escritor, el gran revolucionario y el gran
artista—, el campo donde alcanza su más alto nivel».[1]
Por su parte, Pedro Henríquez Ureña,
también escritor y ensayista expresó: «Su obra es periodismo, pero periodismo
elevado a un nivel artístico como jamás se ha visto en español, ni
probablemente en ningún otro idioma».
Charles Anderson Dana, director del
diario The Sun, de Nueva York, al conocer que Martí, uno de sus más
fieles contribuyentes, muere en el combate de Dos Ríos, lo recordó de este
modo: «Su corazón era tan apasionado como lleno de fuego; sus opiniones eran
ardientes y llenas de aspiraciones, y murió como hombres de su temple pudieran
desear morir: batallando por la independencia y la libertad...».
En el caso de Fidel, aunque su principal
profesión no fuera el periodismo, ¿Podría negarse que, con sus Reflexiones, es
es uno de los periodistas más lúcidos y coherentes del siglo XXI? Sobre él
Katiuska Blanco afirmó que: «El periodista está presente en todo Fidel (…) Es
una mirada, una convicción, un espíritu palpitante en Fidel a partir del
sentimiento genuino de que ser periodista en sus obras es útil a la causa de la
Revolución, a la causa del pueblo».
El periodista Tubal Páez, al valorar el
cúmulo de aportes de Fidel a la prensa dijo que: «Acercarnos al periodismo
ejercido por el Comandante en Jefe es aproximarnos a la vastedad de su
erudición y a las profundidades de su pensamiento».
Con una imagen provocada por sus
palabras, Guillermo Cabrera Álvarez, regala su visión sobre el periodismo
del líder cubano: «Fidel al pie de una rotativa, analizando títulos,
escribiendo contra el cierre, discutiendo en una redacción o en una sesión de
un congreso periodístico ha abrazado con pasión el periodismo para la difusión
y defensa de las ideas revolucionarias».[2]
La prensa a través de la óptica de Martí y
Fidel
En carta a Bartolomé Mitre y Vedia,
director de La Nación, con fecha 15 de septiembre de 1882, Martí
dice: «La prensa no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de
noticias, ni mera sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y
hojosa imaginación. La prensa es Vinci y Angelo, creadora del nuevo templo
magno e invisible, del que es el hombre puro y trabajador el bravo
sacerdote».[3]
Martí manifiesta que un periódico deber
ser: «extraño a todo género de prejuicios, enamorado de todo mérito verdadero,
afligido de toda tarea inútil, pagado de toda obra grandiosa. Donde todo sereno
pensamiento y pensador e hidalgo tenga casa».
El 8 de julio de 1875, en Revista
Universal, ofrece sus consideraciones con respecto al objeto de la prensa:
«No es el oficio de la prensa periódica informar ligera y frívolamente sobre
los hechos que acaecen, o censurarlos con mayor suma de afecto o de adhesión.
Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar
los conflictos (…) Tiene la prensa periódica altísimas misiones: es la una
explicar en la paz, y en la lucha, fortalecer y aconsejar».[4]
Cuando Fidel se refiere al papel que le
corresponde desempeñar a la prensa expone: «Veo la prensa como una fuerza,
un instrumento formidable de la Revolución». En otra ocasión
aseveró que: «En primerísima fila de esa batalla tiene que estar la prensa, una
prensa de óptima calidad; una prensa con una elevada moral y una prensa
consciente del papel que tiene que jugar en esta lucha».[5]
Luego diría sobre el profesional del
periodismo: «¿Cómo los veo a ustedes, los periodistas? Los veo como comisarios
del pueblo en esta batalla». Para él un periodista es: «un estadista,
porque está defendiendo la identidad y la cultura. Tienen que ser periodistas
para el mundo y por el mundo».
El 7 de junio de 1959, Fidel asiste a un
almuerzo convocado por el Colegio de Periodistas, en el que los directores de
los principales medios de comunicación privados se rehúsan a participar. Allí
expone los primeros conceptos públicos de la Revolución sobre la libertad de
prensa: «Periodismo no quiere decir empresa, sino periodismo, porque
empresa quiere decir negocio y periodismo quiere decir esfuerzo intelectual,
quiere decir pensamiento, y si por algún sector la libertad de prensa ha de ser
apreciada es, precisamente, no por el que hace negocio con la libertad de
prensa, sino para el que gracias a la libertad de prensa escribe, orienta y
trabaja con el pensamiento».[6]
Una de las virtudes de Martí radica
en el amplio conocimiento de los temas que de su pluma nacen. En el artículo
«Sobre periodismo», publicado en Patria en 1892, define la misión del periodista de la siguiente manera: «El
periodista debe estar siempre como los correos antiguos, con el caballo
enjaezado, la fusta en la mano, y la espuela en el tacón. Al menor accidente,
debe saltar sobre la silla, sacudir la fusta, y echar a escape el caballo para
salir pronto y para que nadie llegue antes que él. (…) Deber desobedecer los
apetitos del bien personal, y atender
imparcialmente al bien público. Debe ser coqueta para seducir, catedrático para
explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para
combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno, saliente. En cada artículo
debe verse la mano enguantada que lo escribe, y los labios sin mancha que lo
dicta. No hay cetro mejor que un buen periódico».[7]
Diferentes épocas, temas similares
A pesar de que no compartieron la misma
etapa histórica, existen temas que Martí y Fidel compartieron con la similitud
que hermana a los eruditos. El Comandante, asiduo lector de las obras
martianas, llega a incorporar a su prosa, elementos que caracterizaron el
discurso escrito del Apóstol.
A quién no se le eriza la piel cuando lee
los relatos que aparecen con magnífico estilo en El presidio político
en Cuba. ¡Cuánta injusticia! Después de conocidos, es difícil que se borre
de la memoria de cualquier cubano justo, la imagen del niño Lino Figueredo;
como si fuera necesario cargar con esa cruz de oprobio que significó el
colonialismo español.
Martí presenta en su ensayo
desgarradores retratos realistas y poéticos, expresados de forma sobrecogedora.
No hay nada imaginado, todo es real: ancianos como Nicolás del Castillo,
brigadier mambí, y el negro Juan de Dios; niños como Lino Figueredo, Tomás y
Ramón Rodríguez, de doce, once y catorce años, respectivamente. Algunos dicen
que el alegato martiano es un extenso poema de dolor. Él dice varias veces:
está dirigido a los españoles, como si les estuviera hablando, como si les
presentara este horrible espectáculo por escenas; continuamente los invoca a
ver y condenar: ¡Mirad! Canten, lean, aplaudan.
Constituye sin dudas una férrea acusación
al crimen, la violencia humana, la impiedad e ignominia del régimen español. El
salvajismo sale de las manos de los opresores, el desdén hacia la propia raza
humana. Trasmite un inmenso dolor, sin embargo, Martí lo enfrenta con
optimismo: «la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás».
Transmite odio, pero a Martí —como también dijera Fidel más tarde—, lo circunda
una máxima: «No puedo odiar a nadie».
Años después, tras los acontecimientos de
los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de
Céspedes, Fidel es apresado junto a un grupo de compañeros. Que
sobreviviese a la oleada asesina fue una bondad del destino. Otros no corrieron
la misma suerte. Luego, desde la cárcel de Isla de Pinos, en su presidio
político, Fidel escribiría un folleto que circuló clandestinamente,
titulado Para Cuba que sufre. Él pidió que se ilustrara con una
foto de José Martí y otro pensamiento del Apóstol, que dice: «Antes de cejar en
el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar
del Norte».
Aquel pequeño folleto, ratificaba el
pensamiento martiano y en él se denunciaban los crímenes cometidos por la
dictadura el 26 de julio de 1953 y en días sucesivos en la provincia de Oriente.
Luego, en su alegato de defensa La historia me absolverá, Fidel
hace una detalla descripción de los sucesos ocurridos en el presidio y todas
las violaciones cometidas por el régimen batistiano.
Al igual que en Martí, en Fidel no hay
cabida para el odio innecesario. «Dijimos al salir de las prisiones que ni a la
voz del insulto ni al rumor de las cadenas habíamos aprendido a odiar. Nuestro
primer abrazo fue para aun oficial pundonoroso de las fuerzas armadas. El
pueblo admiró el gesto. (…) Habíamos dicho que de las prisiones, a pesar que se
nos maltrató hasta lo indecible, salíamos sin perjuicios en la mente ni venenos
en el alma (…)».[8]
Coincidencias
Una coincidencia más relacionada con el
periodismo que une a estos dos hombres es que hasta los campos cubanos llegaron
periodistas norteamericanos para entrevistar a Martí y a Fidel, en plena guerra
y dar a conocer al mundo que la lucha revolucionaria era una realidad.
Martí habla sobre su encuentro con el
corresponsal del Herald:
«… de más me habló Bryson —aunque la
certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien
conozca de cerca el brío con que hemos levantado la revolución— (…) me contó su
conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a
entender este que llegada la hora, España preferiría entenderse con los Estados
Unidos a rendir la Isla a los cubanos».[9]
Entre las misiones que trataría de cumplir
el destacado combatiente revolucionario Faustino Pérez en La Habana, estaba la
de enviar un periodista a entrevistar a Fidel en la Sierra Maestra, pero los
directores de las principales publicaciones no lo aceptaron, temerosos a las
represalias que ello les pudiera ocasionar. No sería hasta mediados de febrero
que se logró, por intermedio del también expedicionario René Rodríguez, que el
afamado reportero del New York Times, Hebert Matthews, fuera
mandado a buscar a La Habana por la representante de dicho diario y aceptara
realizar la entrevista.
Luego de burlar los controles de los
cuerpos represivos, desde La Habana hasta las inmediaciones de la Sierra
Maestra, el 17 de febrero de 1957 en los terrenos de la finca El Chorro, en las
inmediaciones de la Sierra Maestra, el comandante rebelde le confiere a
Matthews la famosa entrevista.
Esta es la primera noticia confirmada de
que Fidel Castro está todavía vivo. La entrevista devino en histórica pues dio
a conocer al mundo que el líder revolucionario cubano se encontraba con vida y
combatiendo al frente de un destacamento guerrillero que ya les habían
infligido dos derrotas a las tropas de la tiranía.
Continuará…
[1] Lemes Batista,
Ariel: Palabra y pluma ardiente: el periodismo de José Martí.
Disponible en:
http://www.monografias.com/trabajos23/palabra-pluma-marti/palabra-pluma-marti.shtml#ixzz4SqhXQtLW
[5] Castro Ruz, Fidel.
(1993). Discurso pronunciado en la clausura del V Congreso de la UPEC.
Disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1993/esp/f241293e.html
[6] Marrero González,
Juan: El periodismo en Cuba: La Revolución,
(s/f). Disponible en:
http://www.cubaperiodistas.cu/wp-content/uploads/cap9.pdf
[7] Martí
Pérez, José: Obras Completas, Ed. Archivo de la Biblioteca Nacional de Cuba, La
Habana, 1995.
[8]Castro Ruz, Fidel:
¡Mientes Chaviano! Revista Bohemia, 1955. Disponible en
http://www.fidelcastro.cu/it/node/8309?width=600&height=600
[9] Martí Pérez, José:
Obras Completas. Carta a Manuel Mercado (1895). Ed. Archivo de la Biblioteca
Nacional de Cuba. La Habana.
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