domingo, 13 de agosto de 2017

Fidel Castro y la cultura de lucha y resistencia revolucionaria

Montaje por Gustavo de la Torre Morales
Por Dra. Olga Fernández Ríos. Instituto De Filosofía.

Desde los años 80 del pasado siglo se ha generalizado el concepto “política de resistencias”, para expresar nuevas formas del accionar popular en el enfrentamiento a la ofensiva neoliberal y a las consecuencias del derrumbe del campo socialista. Al mismo tiempo en muchas ocasiones se ha repetido que la Revolución Cubana es un ejemplo de resistencia frente a las políticas del imperialismo norteamericano que incluyen el bloqueo económico, financiero y comercial, disímiles formas de acciones terroristas, junto con guerra mediática y de pensamiento.

Por supuesto que es válido expresar que somos un pueblo ejemplo de resistencia frente a muchos obstáculos y agresiones. Pero esa es una apreciación incompleta, si no se tiene en cuenta que la forma de resistir no se limita a acciones defensivas, sino que incluye la permanente ofensiva revolucionaria.

El hecho cierto es que en Cuba se ha desarrollado una cultura que integra dialécticamente lucha y resistencia, y su artífice ha sido Fidel Castro.  Su legado socio político demuestra que frente a las agresiones e injerencias del imperialismo norteamericano y sus lacayos no basta el rechazo defensivo, sino que debe involucrar la lucha y acción revolucionaria a partir de los intereses de la nación y la sociedad cubana, sin admitir imposiciones, ni condicionamientos.

Fidel demostró que la transformación revolucionaria a favor del socialismo ha sido el núcleo de la resistencia. Aquí radica uno de sus aportes a la teoría y práctica de la revolución social: enfrentar y desafiar los diversos intentos por subvertir la revolución y hacerlo a través de acciones transformadoras y de una cultura de lucha frente a las adversidades y agresiones.

Es un  concepto que tiene en cuenta las contradicciones externas y el antiimperialismo en los procesos hacia el socialismo. El tema se refuerza si se recuerdan los problemas enfrentados por Ho Chi Minh en Viet Nam y Salvador Allende en Chile, junto con Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro en la República Bolivariana de Venezuela, donde hoy se está librando una heroica batalla por la soberanía y la independencia nacional. Son solo algunos ejemplos de contextos diferentes en los que la dialéctica lucha-resistencia ha tenido, y tiene, expresiones muy dramáticas.

Cultura de lucha y resistencia desde las perspectivas de Fidel se expresa en el despliegue de una praxis plagada de firmeza política, radicalidad, ética y acumulado simbólico y en un pensamiento crítico de la hegemonía imperialista, de los argumentos a favor del capitalismo y en una posición política desde los intereses del pueblo.

También porque Fidel transformó los mecanismos tradicionales del ejercicio de la política al propiciar el involucramiento consciente del pueblo en las acciones defensivas y constructivas que de forma integral deben desplegar los procesos revolucionarios como el cubano. De igual forma porque promovió el aprendizaje en el pueblo, lo que se convierte en una de las fortalezas para desafiar a las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas, superar los miedos a hacerlo y ganar batallas para preservar la soberanía nacional y continuar la construcción del socialismo en nuevos y complejos escenarios internacional e interno. 

Fidel tuvo conciencia de que la construcción del socialismo no es un camino recto o lineal, por lo que requiere de permanente renovación y descubrimiento de los nudos que pueden afectar su avance. El análisis de su obra y concepciones sociopolíticas muestra que  tuvo bien claro que se trata de un proceso contradictorio y plagado de desafíos que exige una permanente tensión creativa para evitar que decisiones coyunturales arriesguen los objetivos estratégicos.

Uno de los núcleos de la correlación entre creación revolucionaria y resistencia frente a las amenazas ha sido el reconocimiento de las tendencias del desarrollo social y del rol que tienen la subjetividad y la acción consciente de los seres humanos en la elaboración de la estrategia revolucionaria y en la implementación de las tácticas que cada momento requiere. Fidel lo reconoció utilizando el arma de la crítica para devaluar el sistema capitalista y para rechazar las concepciones dogmáticas sobre la nueva sociedad; y lo hizo desde una posición autocrítica a lo largo de  la Revolución Cubana.

El “sentido del momento histórico” le permitió adentrarse en importantes problemáticas que condicionan el desenvolvimiento de la revolución social: la salida del subdesarrollo; las vías al socialismo; la pluralidad del sujeto revolucionario; la revolución como movimiento de masas en correlación con el tema del poder político y la concepción de la revolución como proceso continuo.

Desde esas perspectivas resulta evidente que para Fidel la acción revolucionaria es la vía para enfrentar disímiles desafíos por lo que tiene que ser  creativa, permanente y progresiva. Debe basarse en los intereses del pueblo y del país; no puede estar condicionada por intereses y presiones foráneas. Para él ha sido el combate la vía fundamental de resistencia a las acciones imperialistas y a las pretensiones de cualquier variante de  reformismo antisocialista encaminado a  abortar el proceso revolucionario. Pero además debe tener al pueblo como protagonista.

Desde la perspectiva del involucramiento del pueblo y de los trabajadores en particular, las medidas y transformaciones revolucionarias han sido decisivas en los escenarios más críticos. Han funcionado como la mejor forma para resistir agresiones o enfrentar desajustes internos. Incluso han influido en la  renovación del consenso político a favor de la revolución y se han convertido en oportunidades aprovechadas para una mayor democratización de las decisiones. Varios ejemplos dan fe de la existencia de una cultura política que combina lucha y resistencia, entre los cuales destacamos los siguientes:
  • Ante la huida del Dictador Fulgencio Batista, el primero de enero de 1959 se produjo un intento de golpe de Estado para crear una junta de gobierno que evitara el acceso del Ejército Rebelde al poder, y por ende usurpar el triunfo revolucionario. Resistir aquella maniobra golpista contrarrevolucionaria requería evitarla a través de acciones rápidas y coherentes con los objetivos de la naciente revolución, lo que se logró a través de una audaz acción política: el llamado de Fidel ese mismo día a una huelga general obrera. Aquella huelga se realizó exitosamente con un doble significado: evitar la acción golpista y reafirmar el carácter popular de la revolución con el protagonismo de los trabajadores.
  • El desarrollo de la educación y la cultura como vías para generar una consciente resistencia popular a las amenazas foráneas e internas y a la guerra de pensamiento a que ha sido sometida la Revolución Cubana. Muchas son las acciones desplegadas en este campo con vistas a elevar la cultura política y la formación ideológica del pueblo, principal actor de la resistencia a los intentos imperiales contra la revolución. Hitos en ese camino han sido la campaña de alfabetización en 1961, la preparación organizativa y cultural para el despliegue de la participación popular a través de canales estables y el acercamiento entre Estado y sociedad civil, junto con las políticas fomentadas por Fidel para lograr interacción y diálogo entre dirigentes y pueblo.
  • El marco sociopolítico del primer lustro de los años 60 en el que se realizó la declaración del carácter socialista de la Revolución en abril de 1961 en medio de la agresión militar de Estados Unidos que culminó con la invasión mercenaria por Playa Girón y ,más tarde, con la Crisis de los misiles en octubre de 1962 cuando Cuba ratificó su soberanía con relación al derecho a defenderse de las agresiones imperiales. Desde entonces Fidel desarrolló una concepción política para promover la democratización de la defensa del país como única vía para enfrentar las agresiones armadas y terroristas fraguadas por el imperialismo norteamericano contra Cuba. La creación de las milicias estudiantiles y de trabajadores a lo largo de todo el país, con hombres y mujeres, se convirtió en un recurso de extraordinaria capacidad defensiva que ha tenido variantes como por ejemplo el concepto de guerra de todo el pueblo desplegado desde los años 80 y 90 ante la intensificación de acciones contrarrevolucionarias.
  • Las consultas y ensayos para crear el sistema de órganos del poder popular que sucedieron al fracaso de la zafra azucarera de los 10 millones en 1970. Ante la incertidumbre que aquel fracaso produjo y la desestabilización que provocó en los objetivos de desarrollo económico del país, una de las repuestas constructivas fue la apertura a un proceso de institucionalización de la revolución y de nuevas formas de ejercicio democrático.
  • La reafirmación del socialismo en Cuba en los años 90 ante la crisis económica y los impactos del derrumbe del socialismo en Europa del Este y la URSS. En aquellas condiciones se amplió el involucramiento popular, se conformaron los parlamentos obreros y se modificó el sistema electoral con la clara intención de ampliar las formas de democracia directa, a partir de una reforma a la Constitución en 1992, entre otras medidas.
Entre los mecanismos políticos fomentados por Fidel se destaca la capacidad de crítica y autocrítica que con gran altura ética fue capaz de promover reflexiones y rectificaciones para enfrentar las amenazas externas e internas susceptibles de existir en el complejo proceso de transición socialista. Ejemplos de gran trascendencia e impacto social fueron la apertura de un proceso de rectificación de errores a partir de 1985 y  su intervención el 17 de noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana en la que intercambió con estudiantes y profesores acerca de la meritoria hazaña del pueblo que impidió que en Cuba se produjera el derrumbe del socialismo como ocurrió en otros países, a la vez que realizó un profundo análisis de problemas endógenos que podían arriesgar la continuidad de la revolución.

En todos los casos han sido escenarios adversos que debieron ser enfrentados con medidas revolucionarias y con educación política e ideológica. En esa combinación están las bases de la resistencia, junto con las bases para la continuidad de la revolución.

Ese es uno de los legados de Fidel que contribuye al avance de la revolución: el combate como resistencia a las acciones injerencistas, a la imposición de valores y patrones de conducta ajenos a la liberación nacional y al socialismo. Es también el legado de la Revolución Cubana y un arma para enfrentar las acciones contrarrevolucionarias y la guerra de pensamiento que hoy tenemos que librar contra el imperio del norte y sus acólitos de turno, los internos y los externos.

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